Opinión

Derribar la historia para hacer historia

Dos noticias en fechas sucesivas nos dan la medida de cómo la historia se repite y no digamos cuando es para mal. Como todos nos maliciábamos, en cuanto apareció la noticia de que a la casa natal de Francisco Pradilla, uno de los grandes pintores españoles del siglo XIX, le habían desgajado las tejas y las placas conmemorativas, el derribo no ha tardado un suspiro. Para más recochineo, Jesús Gayán, el alcalde de Villanueva de Gállego, que ya tiene asegurado su lugar en la pequeña historia, aduce que no se recibió el fax de Patrimonio que paralizaba el perseguido derribo.

Dos noticias en fechas sucesivas nos dan la medida de cómo la historia se repite y no digamos cuando es para mal. Como todos nos maliciábamos, en cuanto apareció la noticia de que a la casa natal de Francisco Pradilla, uno de los grandes pintores españoles del siglo XIX, le habían desgajado las tejas y las placas conmemorativas, el derribo no ha tardado un suspiro. Para más recochineo, Jesús Gayán, el alcalde de Villanueva de Gállego, que ya tiene asegurado su lugar en la pequeña historia, aduce que no se recibió el fax de Patrimonio que paralizaba el perseguido derribo.

Lo otro es que José Mújica, presidente de la República del Uruguay y, por cierto, uno de los políticos más honestos del globo, aprovechando la cumbre de jefes de estado iberoamericanos, se dispone a visitar La Puebla de Albortón, solar del héroe nacional uruguayo, el general José Gervasio Artigas, cuyo abuelo Juan Antonio, nacido en la localidad, fue uno de los fundadores de Montevideo. Una enorme estatua del general preside la plaza principal de dicha capital sudamericana y la figura del prócer es de estudio obligatorio en todas las escuelas de la América hispana.

Mújica es el primer presidente uruguayo en ejercicio que visita el pueblo, aunque el 17 de abril del año 2000, fecha del 150 aniversario de la muerte del libertador lo visitó también el ex presidente Roberto Sosa, al frente de una embajada de medio centenar de representantes del llamado “paisito” pero que es una de las economías más pujantes de Sudamérica.

La casa solar de los Artigas, un típico palacio aragonés del siglo XVI con galería de arquillos, fue derribada a finales del siglo XX, ante el estupor de los uruguayos que habían destinado 30.000 dólares de los de 1991 para su reconstrucción. Tras mil vicisitudes, se edificó una biblioteca en otro lugar y, supongo que, como compensación, en 2010, se donó al Uruguay el solar de la casa derribada. A no ser que lo hayan adornado con algún floripondio, que no sé si sería peor, José Mújica contemplará un solar vallado y lleno de matojos, con cuatro pilares mondos.

De nada ha servido a Villanueva tener al lado la Universidad de San Jorge para contagiarse de alguna clase de espíritu ilustrado. Ni a La Puebla de Albortón no tener otra cosa que su maravilloso paisaje lunar que ofrecer a la curiosidad de los viajeros. Como me dijo un habitante del pueblo, ya hace bastantes años, cuando yo me lamentaba por la destrucción del palacio: “Siempre estará mejor lo nuevo que lo viejo” aunque no todos los vecinos piensen lo mismo.
 
El caso es que uruguayo y el villanovense más ilustres, siguiendo los usos del día, se han quedado sin casa.