Lo que no está escrito

El Archivo de la Tradición Oral es un proyecto impulsado por Biella Nuei y la Diputación de Zaragoza con el objetivo de recopilar y conservar muestras del patrimonio cultural inmaterial de toda la provincia. Es un catálogo de músicas, bailes, fiestas y tradiciones populares, que pone en valor el pasado y lo conserva para el futuro.

Zaragoza.- En la oscuridad de la noche, una decena de antorchas de cuerda trenzada, embadurnadas con pez, se encienden para descubrir ocho figuras enmascaradas. Acróbatas en blanco y negro se mezclan como piezas de ajedrez. Siguiendo el ritmo de un clarinete, juegan a convertirse en santos, vírgenes, castillos y retablos. Unos sobre otros construyen torres humanas coronadas, siempre, por un hombre vestido de rojo. Es el diablo. Como el director de una orquesta, controla los movimientos de los ocho fantasmas hasta que, finalmente, es ejecutado.

Desde hace siglos, esto es lo que sucede cada 19 de mayo en Cetina, en la Comarca de Calatayud. En honor a su patrón, San Juan Lorenzo, los vecinos salen a la calle para interpretar esta ficción a la luz de las hachas. Afortunadamente, la Contradanza de Cetina se mantiene viva repitiéndose todos los años. Otras tradiciones populares, sin embargo, comienzan a desaparecer y en el peor de los casos mueren al lado de quienes quedaban para recordarlas.

Preocupados por esta realidad y pensando en dignificar una cultura popular que muchos consideraban “de segunda”, un grupo de jóvenes aragoneses –nacidos o de adopción- iniciaron hace más de veinte años un proyecto que hoy respalda la Diputación Provincial de Zaragoza. Luis Miguel Bajén y su grupo de música aragonesa, Biella Nuei, crearon un Archivo de la Tradición Oral donde guardar todo aquello que no aparece en los libros.

“Necesitábamos dar dignidad a toda esa cultura popular que se ha transmitido de padres a hijos de manera oral y que no solo ha dado lugar a oficios y conocimiento, sino también a manifestaciones artísticas, música, cuentos, leyendas, refranes… Cuando nació el archivo, en los años ochenta, la cultura urbana estaba de moda y había cierto desprecio al mundo rural y a las tradiciones populares. Nuestro trabajo sirve para que la gente se valore a sí misma y valore su cultura”, explica Bajén.

Contradanceros de Cetina
Contradanceros de Cetina

Un proyecto de esas características necesitaba un apoyo institucional sólido que Biella Nuei encontró en la DPZ. “Las tradiciones y las costumbres de la provincia las atesora sobre todo gente mayor que puede no estar mucho tiempo entre nosotros. Por eso decidimos que teníamos que hacer algo para no perder esa parte tan importante de la cultura zaragozana”, afirma la responsable del archivo en la Diputación, Isabel Soria.

El Archivo de la Tradición Oral está lleno de canciones, instrumentos de música, dances, historias, tradiciones populares, fiestas patronales… Para convertir todo ese patrimonio inmaterial en algo que la DPZ pueda catalogar y conservar para futuras generaciones, un grupo de musicólogos y antropólogos entre los que se encuentra Luis Miguel Bajén recorre los pueblos de la provincia con una libreta y una cámara de video. Graban todas las tradiciones que continúan vivas y entrevistan a quienes recuerdan aquellas que ya han desaparecido.

“El repertorio más difícil de recopilar es el que ya se ha perdido y sólo existe en quienes lo recuerdan. Son lo que llamamos hombres-libro, personas mayores que de alguna forma guardan en su memoria un libro sobre su pueblo. Nuestra labor es pasar todo eso al papel”; cuenta Bajén.

La gaita de boto y los dances

La satisfacción de transcribir a un hombre-libro es poca comparada con la de recuperar una costumbre ya casi desaparecida, llevándola no solo al papel sino también a la práctica. En palabras de Bajén, “a veces sucede un proceso muy bonito; cuando hay repertorios y melodías que se habían perdido, y a raíz de nuestro interés por recuperarlos surge en el pueblo el deseo de volver a cantar esas canciones”.

Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la gaita de boto. Aunque mucha gente desconoce este instrumento, en Aragón –especialmente en los Monegros y el valle medio del Ebro- existe una gran tradición en torno a él. La gaita de boto es casi un animal con vida propia que entre los brazos del músico emite sonidos vivos y misteriosos. El gaitero, a través del soplador, hincha el boto fabricado con la piel entera de un cabrito y cubierto con una tela de flores. Los tres tubos sonoros son de madera y suelen ir recubiertos de piel de culebra.

La gaita de boto sobrevive como instrumento ritual en muchos dances, pero en las últimas décadas además ha atraído el interés de algunos jóvenes aragoneses, que desean conocerla y volver a tocarla como hacían sus abuelos. Eso ha creado un pequeño mercado de artesanos e intérpretes, dando una nueva vida a una cultura en peligro de extinción.

Cipotegatos del Moncayo. Fotografía de Jesús Rubio (ATOAragón)
Cipotegatos del Moncayo. Fotografía de Jesús Rubio (ATOAragón)

Instrumentos como la gaita de boto son piezas clave en una de las tradiciones más arraigadas y características de Aragón: los dances. Son bailes solemnes con algo de teatro, que suelen interpretarse en honor al patrón del municipio. Más allá del componente festivo, los dances se han entendido desde su origen como una forma de demostrar devoción al santo y pedirle protección durante todo el año. Por esa razón, según explica Luis Miguel Bajén, han logrado mantenerse generación tras generación: “El repertorio que mejor sobrevive es el que se ritualiza a través del sentimiento religioso; mucha gente piensa que da mala suerte dejar de hacerlo”.

Eso no quiere decir que los dances carezcan de elementos profanos. Muchas tradiciones populares vinculadas a la religión van mezclándose con otras más mundanas con el paso de los años y, hoy en día, no es extraño que a una danza procesional le siga un baile “agarrado”, de esos que en su momento tanto molestaron a la Iglesia. Tradiciones como el dance ya no están reñidas con la diversión, la crítica social y el humor.

Los cipotegatos

Es difícil proteger un intangible, preservar algo que no se puede exponer en un museo ni guardar en un almacén. Pero hay formas de hacerlo y una de ellas es lograr que sea declarado Bien de Interés Cultural Inmaterial por el Gobierno de Aragón. Desde que empezó a gestarse el Archivo de la Tradición Oral, la Contradanza de Cetina y la Trashumancia han conseguido este reconocimiento. Esta misma semana, además, el Consejo de Gobierno ha declarado BIC Inmaterial la cultura del transporte fluvial de la madera en Aragón, que sigue viva gracias a la celebración anual de descensos de navatas. “Es algo simbólico, que no va acompañado de ninguna ayuda financiera, pero sirve para dignificar tradiciones culturales populares. Es importante que la gente de los pueblos sepa que las valoramos y quieran mantenerlas”, explica Bajén.

Los impulsores del archivo zaragozano se han propuesto convertir a los Cipotegatos del Moncayo en Bien de Interés Cultural Inmaterial. Estos personajes juglarescos y arlequinados, que en varios municipios de esa comarca encorren a los niños, abren paso a los danzantes o son perseguidos a tomatazos, tienen un gran valor histórico.

Joven danzante de Villamayor. Fotografía de Jesús Rubio (ATOAragón)
Joven danzante de Villamayor. Fotografía de Jesús Rubio (ATOAragón)

“Aragón es famosa para los folcloristas de toda Europa porque tiene un folclore muy arcaico; sobreviven músicas y danzas que se han perdido en otros lugares. La figura del cipotegato, el hombre-gato, es ejemplar en este sentido. Está documentada en rituales del Mediterráneo ya en tiempos de los egipcios. Es sorprendente que todavía esté vivo en Aragón y eso llama la atención de folcloristas de todo el mundo”, cuenta Bajén.

Poner en valor el pasado

Durante estos veinte años de vida del Archivo de la Tradición Oral, se han recopilado más de 5.000 registros de interés histórico, antropológico y etnográfico. Fotografías, grabaciones, entrevistas y todo tipo de documentos se clasifican y almacenan en la Diputación Provincial, y se dan a conocer a través de libros y exposiciones.

Cada año se atesora nuevo material. En 2012, se incorporaron al archivo una colección de estampas de músicos ambulantes, el Dance de Alfajarín, la Ronda de los Quintos de Aguarón, las canciones religiosas de Tarazona, la Bajadilla de San Roque de Alarba y la Despertadora de La Almolda, entre otras tradiciones.

En breve, todo el material recopilado pasará a formar parte del Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA), una plataforma virtual donde se gestiona la riqueza patrimonial y cultural de la Comunidad. De esta forma, todo el mundo podrá acceder al Archivo de la Tradición Oral a través de Internet.

Cuidar este archivo significa poner en valor el pasado y conservarlo para el futuro. Pero además es una forma de dar las gracias al tío Brujo y a su saga de gaiteros; al pastor flautista Miguel Anadón, de Herrera de los Navarros; al tío Pichines de Tauste y a su pandereta; al canto al son de la gaita del tío Ezequiel de La Almolda… Ellos, y muchos más, son la estructura sobre la que se construyen las costumbres y la razón de que toda esa tradición haya llegado hasta nuestros días. 


Fragmento de la Despertadera de LA Almolda, grabado a finales de los 80