Opinión

Vientos de cambios en el Vaticano

Los gestos del papa Francisco están causando admiración entre creyentes y no creyentes, curiosidad ante la incertidumbre de las consecuencias de sus decisiones y es posible que hasta cierta inconformidad; incluso, en algunos ámbitos eclesiásticos. Con un mensaje directo y creíble, sin evadir los temas más complejos y ajeno a las estrategias propagandísticas, ha colocado en el centro de la vida pública el mensaje esencial de la Iglesia con una renovada fuerza y actualidad. Impulsor de una reforma integral de la Curia Romana no desestima esfuerzos por concretar estrategias que mejoren su transparencia
victormanuelperezmartinez

Los gestos del papa Francisco están causando admiración entre creyentes y no creyentes, curiosidad ante la incertidumbre de las consecuencias de sus decisiones y es posible que hasta cierta inconformidad; incluso, en algunos ámbitos eclesiásticos. Con un mensaje directo y creíble, sin evadir los temas más complejos y ajeno a las estrategias propagandísticas, ha colocado en el centro de la vida pública el mensaje esencial de la Iglesia con una renovada fuerza y actualidad. Impulsor de una reforma integral de la Curia Romana no desestima esfuerzos por concretar estrategias que mejoren su transparencia.

Un esfuerzo que ha requerido hacer cambios indispensables en poco tiempo con el compromiso de adecuar la organización eclesiástica al mensaje que debe defender. Un reto complejo por el entramado de relaciones de poder, que como en cualquier otra organización, corre el riesgo de opacar el esfuerzo de hombres y mujeres que viven y promueven iniciativas de interés para la vida de las sociedades. Francisco retoma el papel de referente moral y que la Iglesia católica debe mejorar en el marco de una dinámica global compleja en todas sus dimensiones: “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás” (Evangelii gaudium)

Al actual pontífice se le compara con Juan XXIII en su visión reformadora. Elegido como un papa de transición, Juan XXIII, fue visionario al plantear que quería “abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia fuera y para que desde fuera pueda verse el interior” e impulsando el Concilio Ecuménico Vaticano II; un hito en la historia por su importancia en el contexto en el cual se desarrolló y por su proyección hasta nuestros días.  Francisco no rehúye a la opinión pública externa y promueve al estilo de Pablo VI la opinión pública interna. En sintonía con la línea de Juan Pablo II es coherente con una nueva evangelización y cercanía con los más pobres. Respetuoso ante la autoridad intelectual de Benedicto XVI. Pero, Francisco, tiene un estilo propio desde la experiencia desde América Latina al observar, desde una perspectiva diferente, el “rostro” de la pobreza en el día a día y ante la necesidad de una organización más comprometida con la realidad actual.

En tiempo de crisis son indispensables las reformas para impulsar los cambios. La Iglesia católica, en aquello que le compete como organización, requiere de una revisión profunda en sus estructuras, procedimientos y actuaciones. No es un tema de principios porque su mensaje, fundamentado en el Evangelio, sigue vigente y cada vez tienen mayor actualidad. Es un enfoque de transparencia y compromiso en la propia institución y de ella con la sociedad. Asumir un testimonio más fidedigno ante una realidad humana que demanda transparencia, justicia, honestidad y referentes que defiendan la búsqueda de la verdad y la defensa de la dignidad humana.