Canfranc cuenta con un nuevo centro de estudio y solución para los aludes

El Gobierno de Aragón ha invertido importantes sumas de dinero para proteger el núcleo urbano de Canfranc Estación mediante la reparación y mantenimiento de las redes antialudes. La intención de conocer estos fenómenos naturales ha propiciado la apertura en la localidad fronteriza del centro de interpretación A Lurte.

Zaragoza.- La inversión de 78.000 euros que el Gobierno de Aragón, a través de la Dirección General de Gestión Forestal, ha invertido en la reparación y mantenimiento de las redes antialudes instaladas en 2009 en el barranco de Estiviellas, en el monte Los Arañones, una de las majestuosas laderas que encajona Canfranc Estación, responde a una de las obligaciones ineludibles en torno a estas obras para asegurar su operatividad y eficacia: su conservación.

En este caso, los desperfectos se habían producido por la caída de rocas o piedras de considerable tamaño en algunos casos. El director general de Gestión Forestal, Roque Vicente, asegura que “estamos ante un barranco con problemas e incidentes y ante una cuestión de seguridad para Canfranc y para toda la zona”. Asimismo, insiste en la importancia de la reforestación para paliar estos riesgos junto a la construcción de las diversas infraestructuras que, con el paso de los años, los avances tecnológicos y un mejor conocimiento de los aludes han perfeccionado como alternativas.

El último antecedente importante en relación con los aludes en Canfranc tiene como referencia el 2 de febrero de 1986. Aquel día se produjo una gran alud de nieve en polvo de “alta velocidad”, también llamados “alud de aerosol”, que se originó en la cuenca de recepción del torrente de Estiviellas. El alud rompió el dique de 17 metros que cerraba la cuenca de recepción, saltó por encima de los demás diques, y llegó hasta el cono de deyección, donde arrasó el bosque existente y causó numerosos desperfectos en la iglesia. El efecto de la onda de choque se dejo notar hasta en el edificio de la Estación ferroviaria.

Este suceso fue considerado como un “fenómeno máximo” ya que los aludes de aerosol solo se dan en circunstancias meteorológicas excepcionales y su periodo de retorno puede superar los 50 años.

El alcalde de Canfranc, Fernando Sánchez, señala que “antes de 1928, cuando llegó el ferrocarril, ya se hicieron abundantes obras en los barrancos, además de una abundante reforestación, para prevenir los aludes. Entonces costó esfuerzo y dinero pero también sabemos que necesitan de un mantenimiento. Siempre ha existido esa preocupación en mantener en condiciones estas infraestructuras”.

De hecho, Canfranc apunta a convertirse en un centro de referencia para el estudio de los aludes y ha abierto “A Lurte”, un centro de interpretación de este fenómeno. Desde principios de siglo sobreviven en las laderas de Estiviellas diversos diques y puentes de nieve, hasta completar unas 140 infraestructuras, a la par que el paraje se ha ido colonizando con pino negro, que juega un papel importante en la retención del manto de nieve.

Un proyecto redactado y ejecutado por el Gobierno de Aragón desde principios de los 90 intentó prevenir los efectos de los aludes a través de 14 líneas de redes antialudes, con una longitud de 2.779 metros, capaces de retener hasta 4.5 metros de manto de nieve, separadas por curvas de nivel cada 35 metros, además de la repoblación de 8,5 hectáreas. A final se superaron los 5 millones de euros de inversión.

La empresa Geobrugg, de ascendencia suiza, pero con delegaciones en España, elaboró una propuesta de equipamiento en Estiviellas para continuar la labor iniciada en 1997. El proyecto consistió en diseñar una primera línea de redes para que pudieran soportar el impacto directo de hasta 1.000 kilo-julios (la unidad de medida del comportamiento dinámico) y sucesivas líneas que pudiera fijar el manto nivoso. El importe de estas obras fue de 426.000 euros.

Técnicamente, la profundidad máxima de anclaje de los elementos de sujeción de las redes se estima en 5 metros hasta encontrar roca, con una profundidad mínima necesaria en roca sana de 40 veces el diámetro de anclaje. La inclinación de estas laderas obliga a que el transporte de los materiales haya de hacerse en helicóptero.

Una inspección de estas instalaciones es la que ha obligado a invertir en los últimos meses 78.000 euros para su mantenimiento y conservación.

El director técnico de Geobrugg para España, Carles Raimat, explica que en los últimos años se ha avanzado de forma considerable en las técnicas relacionadas con los sistemas flexibles de control de aludes. “Nosotros llevamos en España 25 años pero sigue siendo muy importante la colaboración con las entidades locales, las más cercanas en el territorio, porque las condiciones de la nieve no son las mismas en todas las latitudes y, de hecho, se conoce que la nieve en el Pirineo tiene por lo general más densidad del mismo modo que la insolación es muy diferente a la de los Alpes y por ello los dimensionamientos, que por lo general parten de los países alpinos, deben adaptarse”.

A la hora de plantear soluciones en un ámbito determinado donde existe riesgo por exposición a los aludes, Carlos Raimat explica que “la carga de nieve tiene mucho que ver con la orientación de la ladera y las condiciones del suelo sobre le que yace el manto de nieve. Y para un correcto proyecto de dimensionamiento es determinante definir la altura de protección (espesor de nieve en condiciones críticas), la distancia entre líneas sucesivas, longitud de anclajes, tramificación y para ello resulta vital la recolección y gestión de datos nivológicos en el ámbito local. Conviene destacar que normalmente no existe, para un determinado proyecto, una solución a partir de un único sistema sino que debe combinarse varias soluciones en pro de optimizar técnica y económicamente las inversiones”.

Raimat califica de “particular” el caso de Estiviellas. “El sistema de contención no esta en la cima de la ladera, sino al pie de un escarpe rocoso, y por lo tanto hay desprendimientos de rocas durante todo el año, lo que fuerza a instalar unas primera barreras para interceptar las rocas que puedan dañar la estructura antialudes. Buscamos que la nieve quede confinada entre línea y línea aunque hay que tener en cuenta que se trata de un área muy amplia para proteger”, afirma, “sin olvidar que con frecuencia hay que revisar estos sistemas para comprobar que siguen en condiciones para cumplir su función”.