Opinión

Mariscal en el Ribota, saltando Montes Rojos

Los festivales culturales y musicales y otros acontecimientos proliferan por Aragón sin poder llegar a asolarlo. El territorio y la baja densidad de población engullen los decibelios. El agua en Lanuza o los páramos en Monegros absorben motores enloquecidos y solos de batería.

Los festivales culturales y musicales y otros acontecimientos proliferan por Aragón sin poder llegar a asolarlo. El territorio y la baja densidad de población engullen los decibelios. El agua en Lanuza o los páramos en Monegros absorben motores enloquecidos y solos de batería.

Los participantes en la TrailPosets-Aneto o en la Quebrantahuesos no hacen ruido, todo lo más generan basura cuya eliminación estará prevista por la organización. Se comen los geles de fruta de Binaced, van al monte a cansarse en las horas de más resol.

Festivales, sí, más o menos populares… Competiciones más o menos minoritarias… atraen en julio, inusual temporada baja, a visitantes españoles y europeos especializados en un tema concreto: el ajedrez en Benasque o Alcubierre, el motor extremo en condiciones afro-atacamas en Monegros, las músicas del mundo asomadas a la Foratata y el Balaitus. Continuando la senda de la navegación de aguas bravas o la pesca libre del siluro que ocupan los espacios en primavera. 

Es un buen pulso el que Aragón echa, consiguiendo más pernoctaciones así de las que efectúan quienes nos visitan como media. Extendiendo en el territorio el poderoso efecto del turismo de congresos, la caza o las BTT para llenar alojamientos fuera de temporada. Son potenciadores del conocimiento de la agroindustria aragonesa, pues se las gastan. Ello lo demuestra el medido efecto del Festival Pirineos Sur: por cada euro invertido, diez de retorno.

Hemos apostado porque la hostelería sea el único motor para la fijación de población en la montaña y otras comarcas con baja densidad de población, y los hosteleros marcarán siempre estas pautas. Que indirectamente provocan abandono de la ganadería y otros modos de vida de relación directa con el territorio.

Llegará un momento en que el azulete contra ebanistería sin barnizar dejará de fabricarse en nuestra memoria visual. Que no recordemos el olor de raticida ni cómo doblar el lomo para entrecavar tensando la columna. El oído de una zoca de carrasca o viña vieja seca, partida por la mitad por un hacha mellada en un movimiento perfecto de arco, empuñada por manos como sarmientos.

Por eso debe ponerse en valor otro modelo y forma de hacer las cosas. En la comarca de Calatayud hay algo más de población y una floreciente industria en torno al vino y la fruta por desarrollar. La segunda, la fruta crujiente de altura más sabrosa del mundo. Sin embargo, no se seguía en ella la sabia pauta marcada por Daroca: la potenciación del turismo cultural. Que llega cuando se ha perdido tanto la población que ya no hay relevo agro-ganadero.

En Calatayud, con su patrimonio mudéjar incluso superior en calidad al de Teruel y esas grandes desconocidas que son Bílbilis y Mara en sus puertas, la culminación de la rehabilitación de Santa María puede suponer un aldabonazo decisivo para un mayor uso de su parada de AVE.

Y desde ella y yendo cerca, podernos deleitar los buscadores de luz, color y silencio con esos poderosos valles rojos ladrillo en estratos cocidos por el tiempo. Que presentan capas de hojaldres terrosos que van desde el blanco roto, pasando por todas las gamas de naranja, hasta rojos pasión con la luz de la tarde.

Faltaba pulso cultural en el Jalón y en el Ribota o el Aranda pero se está encontrando. Y se empiezan a organizar ferias como a la que asistí el pasado fin de semana, la primera edición de la Saltamontes.

En Torralba de Ribota, confluyeron el inquietante pero genial Javier Corcobado, Javier Mariscal y su mirada de niño grande junto con músicos y artistas de la comarca en una feria de las que miran hacia dentro. Donde sí se generan esas redes, que decía Punset, y puedes hablar con ellos porque los escenarios de sus charlas son fuentes, pajares y la equilibrista forma parte del horizonte de yeso posterizado.

Ferias que son tan necesarias, como pasa también con el PIR, por tener márquetin social y alma. En las que Aragón no es un mero escenario de infinitos horizontes que utilizar y donde nosotros no contamos, sino un país antiguo y reflexivo que propone orgullo y cultura a quien en él todavía mora y al que le visita ocasionalmente pero de él proviene, para que saque músculo el resto del año.

De la iniciativa “Pueblos en Arte” y lo que puede representar, hablaremos largo y tendido en otro momento.

Mariscal en el Ribota sin agua, o profeta en tu sierra o almirante con honra pero sin barcos. Botando tus cascos de cereza en un año de ribazos verdes. Soñando que nacerá su estirpe transgénica en forma de nuevas sombras con las que combatir la conjuntivitis.