El primer día de un cadete en la AGM: pistoletazo de salida a una nueva vida

La Academia General Militar de Zaragoza recibe cada año a unos 200 jóvenes que en apenas cinco años se convertirán en tenientes del Ejército de Tierra. Muchos de ellos llevan años soñando con el día en el que empiezan a convertir su vocación en realidad: el día de ingreso, que este año tuvo lugar el 20 de agosto.

Zaragoza.- Algo más de 200 jóvenes de todos los rincones de España han empezado a experimentar hace apenas unos días el conocido históricamente como “Espíritu de la General”. Son los nuevos cadetes de la Academia General Militar de Zaragoza, que durante los próximos cuatro años, además de su formación académica y castrense, adquirirán un sentimiento de hermandad con los compañeros, con los que seguramente se seguirán encontrándo por el camino a lo largo de su carrera profesional en uno u otro destino. 

Precisamente, este fue uno de los principales motivos que motivaron la unificación en un solo espacio de convivencia el aprendizaje de los distintos oficios el Ejército de Tierra. Al fin y al cabo, ellos serán los encargados de dirigir a los soldados españoles, divididos en cuatro especialidades -Artillería, Caballería, Infantería e Ingenieros y Transmisiones-, que deberán entenderse, respaldarse y cuidarse unas a otras en cada misión. 

El día más esperado 

El pasado 20 de agosto estaban citados a las 9.00 horas de la mañana todos los nuevos cadetes. La mayoría, jóvenes de apenas 18 años, que además de superar una elevada nota de corte en la Prueba de Acceso a la Universidad (11,4), se han enfrentado a varias pruebas físicas y psicotécnicas para llegar hasta aquí. Sus miradas, nerviosas e ilusionadas, denotan su vocación. Son plenamente conscientes de que este es el primer día de una nueva vida. 

Nada más llegar son dirigidos a la pista de atletismo, donde se despiden de sus familiares. Últimos abrazos hasta que reciban su primer permiso. "¡Por favor, llámanos!" -se escucha decir con voz seria a un padre mientras agarra de los hombros a su hijo-. Mientras los jóvenes cadetes se unen con sus maletas a la fila, padres, madres, novios y novias, se quedan ahí plantados, viendo cómo se alejan poco a poco, mientras esperan que llegue su turno para registrar su llegada. Después, son llevados a sus habitaciones. 

La peluquería es otro de los primeros lugares que visitan
La peluquería es otro de los primeros lugares que visitan

Sin apenas unos minutos para hacer de la nueva cama su pequeño hogar -el primer año dormirán en habitaciones de ocho-, ya empiezan a recibir las primeras instrucciones de los alféreces -alumnos de los últimos cursos-, que les enseñan nociones básicas fundamentales, como por ejemplo, cómo actuar siempre que se encuentren con un superior por las instalaciones. También a formar.

Divididos en secciones de entre veinte o treinta alumnos, aún con ropa de calle, en línea de a tres y a un brazo de distancia, se dirigen corriendo a trote hasta su próximo destino: el hangar donde recibirán sus uniformes -el de la academia, que llevarán a clase, y el de maniobras, el resto del tiempo-, los guantes de combate, el saco de dormir, el macuto, etc. Son necesarios auténticos malabarismos para cargar con todo. 

De allí, directos a la peluquería. Mientras pasan por la rasuradora los que han tenido la poca precaución de no haber venido pelados de casa, el resto espera en el pasillo, en formación, mientras reciben continuas órdenes de formación. Firmes, derecha, izquierda, media vuelta, descansen. Apenas llevan dos horas allí, pero deben familiarizarse cuanto antes con la disciplina. Varios alféreces supervisan sus movimientos y corrigen con mano dura cada fallo. "La cara siempre arriba, pero sin mirarme a la cara", dice uno enérgicamente. "Estar firmes es estar en tensión y los pies abiertos en ángulo de unos treinta grados", reclama otro a los novatos.

Las familias

En el hangar reciben sus uniformes y petates
En el hangar reciben sus uniformes y petates

Desde hace cuatro años, la AGM vive con especial intensidad este día. Desde entonces, los padres, además de traer a sus hijos hasta la puerta para despedirse de ellos, son recibidos en el Aula Magna por el director de la AGM, desde este año el general Carlos Jesús Melero. Este les reclamó colaboración durante el proceso de adaptación. “Es fundamental su papel para ayudarlos en momentos de flaqueza”, dijo. Y, aunque reconoció que el régimen será estricto, lo justificó: “El Ejército de hoy día requiere personal muy cualificado”. 

A continuación, por grupos, visitaron las instalaciones en las que sus hijos pasarán todos los días. Sus habitaciones, la cantina o el comedor. En este último les recibe el encargado de la alimentación. “Si yo estoy tranquilo y les aseguro que lo estoy, ustedes deben estarlo”, explica con rotundidad. Al finalizar, deja que expresen sus dudas. Ninguna es sobre la comida. Todos quieren saber una sola cosa: cuándo podrán volver a verlos.