Opinión

Fenómenos políticos actuales

A veces puede resultar más o menos difícil explicar en términos politológicos determinados acontecimientos, pero otras veces no debería resultar muy complicado a tenor de las circunstancias socioeconómicas y políticas de un determinado país.

A veces puede resultar más o menos difícil explicar en términos politológicos determinados acontecimientos, pero otras veces no debería resultar muy complicado a tenor de las circunstancias socioeconómicas y políticas de un determinado país.

Las últimas elecciones andaluzas han resultado para muchos sorprendentes en cuanto a los resultados finales alcanzados por cada una de las formaciones, incluso para algunos de sus seguidores en algunas muy concretas, como PSOE, Adelante Andalucía y Vox.

Siempre que se producen ciertos cambios en el electorado que parecen no estar previstos, se desencadena un torrente de manifestaciones y reacciones que, por un lado, intentan redirigir de forma artificial la realidad; y de otro, mantener el statu quo de turno que pretende perpetuarse en cada momento.

Pero los vaivenes y cambios en las tendencias siempre tienen sus razones, a veces más claras a veces más ocultas. Al margen de le extrapolación que se quiera aplicar a unos resultados de una comunidad autónoma con respecto a una tendencia general en todo el Estado español; difícil, habida cuenta de ciertos monopolios políticos en algunas de ellas, como País Vasco y Cataluña; lo cierto es que el sistema bipartidista, heredero de la Restauración canovista, bien parece no ajustarse a la realidad española del siglo XXI. Ello no se debe solamente a la pluralidad de opciones políticas que surgen a caballo de la evolución de un país, sino como respuesta social a determinados inputs que le afectan.

Si bien los conceptos de derecha y de izquierda, han cambiado en importantes aspectos que tradicionalmente los definía, el uso indiscriminado de extrema derecha, e incluso extrema izquierda, se ven abocados a generalizar y simplificar fenómenos más complejos; puesto que, a la postre, lo que se tiende siempre es a encorsetar, cual marcas registradas de ropa, lo que son impulsos, tendencias y reivindicaciones de diferente matiz en una determinada época.

Al margen de políticas sociales y económicas, más o menos acertadas, de orientaciones y disposiciones que afectan a la estructura del Estado; el ciudadano de a pie tiene determinados miedos que le afectan a su comportamiento,  forma de pensar y opinar.

Cuando un país, que no deja de ser un conjunto más o menos ordenado de seres humanos con ambiciones, necesidades, ilusiones y fobias, es afectado por fenómenos que le envuelven, como la globalización, migraciones masivas irregulares, desempleo e inestabilidad laboral, cambios de identidad, etc.; una parte de sus ciudadanos puede reaccionar buscando algo de orden en el desorden percibido, al margen de las consignas que en cada momento se les lance.

Toda sociedad tiene un grado de asimilación a los cambios que está limitada por sus condicionamientos culturales. Cuando la demografía manda, y en muchos lugares se produce una sustitución rápida de unas culturas por otras, cuando se perciben comportamientos personales en determinadas figuras públicas, cuando reina la sensación de que muchas cosas van demasiado rápido, y sobre todo, si se teme que todo ello o en parte va a perjudicar al individuo y su entorno próximo, se busca el tótem de la seguridad, allá donde se encuentre.

Tal vez, y a la hora de programar cambios que afectan a la sociedad, se debería preguntar más a ésta y soltar el acelerador de un vehículo que puede salirse en la siguiente curva.