Opinión

El pequeño Julen

Llevamos todos una semana pendientes de Julen. Este niño de tan solo dos años ha concitado toda nuestra atención, aunque el hecho no puede ser mas trágico y doloroso. Cuando escribo estas líneas todavía no sabemos a ciencia cierta cuál será el final. Queremos no perder la esperanza, aunque cada hora que pasa nos resulta una tarea más difícil.

Llevamos todos una semana pendientes de Julen. Este niño de tan solo dos años ha concitado toda nuestra atención, aunque el hecho no puede ser mas trágico y doloroso. Cuando escribo estas líneas todavía no sabemos a ciencia cierta cuál será el final. Queremos no perder la esperanza, aunque cada hora que pasa nos resulta una tarea más difícil.

Sin entrar en análisis profundos, el caso de Julen nos debería hacer reflexionar, independientemente de cuál sea su final, sobre muchas cosas; pero, sobre todo hay una de ellas que llama poderosamente la atención: lo efímera y cambiante que es nuestra existencia.

Este tipo de hechos ponen de manifiesto una vez más lo relativo que es casi todo en esta vida. Lo absurdo que resulta ver cómo muchas veces nos amargamos el día a día con pequeñeces sin importancia, a las que, eso sí, sacamos punta y magnificamos sin ton ni son.

Pero me temo que, una vez más, todo el “boom” mediático y social pasará rápido. Cuando el pequeño Julen salga, pronto su tragedia quedará tristemente en el olvido para todos, para todos menos para sus padres y familiares. De forma vertiginosa otra noticia sustituirá el “caso Julen” en los titulares de prensa y en los informativos televisivos. Esa es, para lo bueno y lo malo, la característica dominante de la sociedad actual: la celeridad.

Julen nos está diciendo a gritos que debemos parar y vivir de otra forma. Que es necesario ser conscientes de la fugacidad de nuestra existencia, que la vida da un giro de 180 grados en cualquier momento y nuestros planes, metas, objetivos y deseos pueden verse truncados y modificados, tanto para mal como para bien.

Ojalá el triste y doloroso, por ahora “caso Julen”, nos sea útil para dejar las prisas a un lado y emplear el tiempo de una manera más eficaz; para vivir de una forma más saludable y coherente; para no “necesitar” tantas cosas y valorar más y mejor lo que tenemos; para ser más tolerantes con aquellos que son diferentes a nosotros.

Ojalá el pequeño Julen nos dé la pista y los ánimos allá donde esté, para cambiar el ritmo y compás a esta sociedad desenfrenada y llena de insensateces.

Ojalá que de esta desgracia, como es el accidente que ha sufrido el pequeño Julen, salga algo de luz.