A un punto del descenso

El Real Zaragoza de Chechu Rojo continúa con su caída en picado. En Sevilla perdió por 4-2 y se sitúa a un sólo punto del descenso.
Zaragoza.- No hubo minutos de tanteo. Tampoco de estudio del rival. Los tópicos futbolísticos no han tenido cobijo en el “Sánchez Pzjuán”. El entrenador sevillista, Joaquín Caparros, no quería que su equipo perdiese el buen tino que, para sus posibilidades, viene mostrando su equipo en la temporada de su reingreso en la máxima categoría. Y qué decir de Chechu Rojo. Éste, pese a no haber contado de salida con un punta claro, sabía que la ciudad de la Giralda le ofrecía, quizás, la última oportunidad para que quedase en suspenso, al menos de momento, la sentencia que solicita el cántico “Chechu, vete ya” con el que algún sector del público de La Romareda muestra su disconformidad con el hacer del técnico vizcaíno. Como consecuencia de todo esto los contendientes decidieron ejecutar un divorcio temporal con el fútbol-miedo de los últimos años y pasar a un ataque que, aunque controlado, avisaba de la posibilidad de que el marcador podría rememorar un trabajo más activo acorde con tiempos más estéticos del pasado.

Casquero fue objeto de claro penalti por parte de Láinez. El colegiado, a lo mejor porque sólo se llevaban cinco minutos de juego, pareció cegado por los rayos solares y ennegrecido por la vergüenza de no haber pitado lo que, probablemente, había visto, marchó veloz hacia otros lares. De inmediato, llegó la respuesta aragonesa merced a un trallazo de Aragón, aunque Notario realizó una gran parada.

Y el gol del momentáneo respiro de Rojo no tardó en llegar. La inteligencia de Juanele en el pase propicio otra lección magistral de Acuña, quien, tras deshacerse de Casquero, envió un trallazo desde fuera del área intencionadamente elevado que superó a Notario, inexplicablemente adelantado como si de un portero de balonmano se tratase. El Real Zaragoza había conseguido, por fin, marcar su primer tanto oficial en el año 2002

El regreso a la fórmula del tridente en el medio campo blanquillo, por vez primera en este año, estaba dando buen festín a Rojo. En cambio, lo que parece no tener solución en el “once” zaragocista es el de las bandas. Estas no tienen resolución ofensiva, pero, además, cada día sujetan peor a sus respectivos pares.

Fruto de un fallo de Láinez en la salida de un córner fue el gol del empate local anotado por el joven Reyes seis minutos después de que el Zaragoza se adelantase en el electrónico. De nuevo, todo estaba igualado. Bueno, todo, exactamente, no. Y es que, el Sevilla ponía más fervor en sus acciones, además de haberse quitado ya de encima la presión de su rival.

JORNADA DE “PUERTAS ABIERTAS”

La nueva jornada de puertas abiertas de los laterales blanquillos era el punto de partida del posterior peligro hispalense sobre el portal aragonés. Moisés se acordó más del club en el que se formó como futbolista, el Real Zaragoza, que de su propio padre, hincha acérrimo del Sevilla, a la hora de perdona el que hubiese sido el dos a uno. También, no obstante, Acuña debió pensar que su recién estrenada nacionalidad española merecía, quizás, ejercer, de vez en cuando, de buen samaritano, por lo que “decidió” enviar el cuero a la grada en lugar de al fondo de la portería local una excelente asistencia de Martín Vellisca.

Todo quedaba pendiente para la reanudación. El Zaragoza contaría, a priori, con la supuesta ventaja de que su rival había visto cómo su máxima estrella, Reyes, había tenido que ceder su puesto, por lesión, al otrora goleador del equipo, el uruguayo Nico Olivera.

…Y LLEGÓ LA DEBACLE

Cosas del fútbol… y de la clase de determinados jugadores. Nico Olivera, el sustituto del lesionado Reyes, había sido recibido por la afición sevillista por unas recientes declaraciones de éste en las que decía no entender ni su suplencia, ni que esta estuviese propiciada por la titularidad del joven al que reemplazó ayer. Y claro, la hinchada hispalense, repleta de entusiasmo por el nuevo valor del equipo, pagó con pitos la entrada en cancha del uruguayo. Pero el internacional celeste tenía escondidas don bazas que iban a cambiar los rumbos de todos los parámetros que se daban en el “Sánchez Pizjuán”.

Siete minutos fueron suficientes para que Olivera dejará al Real Zaragoza en zona poco reconfortante, a Rojo, quien hasta allí tuvo que escuchar cómo la sorna del público local le recordaba lo de “Chechu, vete ya”, cerca de un segundo adiós al banquillo aragonés, aunque en este caso de manera no deseada, y al presidente Soláns con la ya inaplazable obligación de tomar decisiones.

El técnico visitante optó por dar entrada a Yordi y Komljenovic en lugar de Rebosio y Chainho. Hacía falta goles, no jugadores que facilitaba esta tarea al rival. Y, por una vez, algo le empezó a salir bien a Rojo. Porque Galletti marcó su primer gol oficial con el Real Zaragoza al rematar de cabeza un mal despeje de Pablo Alfaro.

El empuje aragonés hizo requerir disimulada tila a la afición hispalense. Yordi y compañía estuvieron cerca de lograr la igualada a tres. Y para paliar el mejor juego visitante, los incondicionales del Sevilla se amparaban en el primer gol del Español al Betis para sacar a la palestra una alegría que en absoluto sentían en esos momentos.

La desgracia, sin embargo, volvió a cebarse en el Zaragoza. Lejos de haber encontrado recompensa a sus ganas con al menos una igualada, Víctor, con la colaboración de la defensa visitante, necesitada de meditación trascendental, puso el 4 en el casillero de los goles del Sevilla.

La destitución o dimisión de Chechu Rojo tiene que llegar antes de la visita que el Rayo efectuará el próximo domingo a La Romareda. No conviene que la afición maña se recree más con el técnico vasco. Pero, sobre todo, no se debe permitir que el equipo, a un solo punto del descenso, siga irremediablemente con su bajada en picado. Aquí, nadie quiere “un añito en el infierno”, slogan no realizado por el Atlético cuando bajó a Segunda, en el estadio municipal. Esto sería la ruina deportiva y económica, y más en un periodo de bajada de ingresos atípicos en el fútbol y de recesión general en toda la economía del país, de la entidad. Al presidente Soláns le corresponde la obligación de, como no puede echar a 25 jugadores, cambiar al técnico.