Zaragoza.- Este 2012, la Fundación Zaragoza Ciudad del Conocimiento cumple ocho años de vida. Surgió para difundir la cultura emprendedora, la innovación y el conocimiento científico en los distintos sectores, haciendo énfasis entre los jóvenes. De hecho, su director, José Carlos Arnal, confía en los proyectos que se están impulsando en la capital aragonesa en el ámbito tecnológico y apuesta por introducir el concepto de "emprendedor" en el ámbito universitario.
Desde la Fundación se propusieron colaborar para hacer de Zaragoza una ciudad avanzada en lo que al uso de nuevas tecnologías se refiere. Han impulsado encuentros y foros nacionales como "Innovate! Zaragoza" y programas de desarrollo empresarial como "Crece".
Arnal pone en valor edificios destinados a semilleros de ideas, incubadoras de empresas o centros especializados, que forman parte del ciclo de vida de las compañías. Incluso destaca la interrelación entre centros de otros lugares para que el emprendedor comparta sus inquietudes y no se sienta solo.
Pregunta.- Zaragoza es una ciudad cada vez más visible dentro de los ámbitos de la innovación y del conocimiento. ¿Cuál ha sido la contribución de la Fundación?
Respuesta.- Fue constituida para ser una oficina de agitación cultural o concienciación ciudadana en la extensión de la cultura de la innovación y del emprendimiento de base tecnología. En estos años ha ido cumpliendo ese papel. Pero para ser objetivos, la Fundación se ha posicionado en el ámbito del apoyo al emprendimiento. Uno de los puntos fuertes que nos ha dado visibilidad a nivel nacional y sectores especializados fue “Innovate!”, la primera gran actuación con la que se intentó, con cierto éxito, traer a Zaragoza a los protagonistas de la cultura de Internet. Ponerlos en contacto con los emprendedores locales para, comprender de primera mano que nacía una nueva cultura empresarial bastante distinta de la tradicional y que además, gracias a Internet, presenta oportunidades a todo el mundo. Si tienes un buen proyecto, tienes una oportunidad.
P.- ¿Hay cultura emprendedora en la ciudad?
R.- Sí. Esas actuaciones han permitido poner en marcha otros programas más modestos que han conseguido ayudar a que se cree en Zaragoza una comunidad de emprendedores relativamente interesante, porque hay proyectos valiosos. También que en determinados círculos también se conociera que en la capital aragonesa, en estos ámbitos, hay gente que se mueve.
P.- ¿Qué es lo que mueve a los ciudadanos a emprender?
R.- A los que llevamos bastantes años hablando de emprender nos alegra que todo el mundo hable de lo mismo. Parece que sea una moda que podría ser pasajera, pero creemos que no. Hay una motivación personal, la necesidad, que es lo que a todos nos mueve. Con la catástrofe del empleo y la dificultad que tendremos para resolverlo, lo que nos ha pasado es que hemos perdido un sector productivo y hay que sustituirlo con nuevos sectores, que además tendrán actividades empresariales que tienen que surgir en ámbitos en los que podemos ser competitivos. En los costes del trabajo en los que España hace 30 años era competitiva, ahora no lo es, y habrá que recurrir a la imaginación, al talento y a la innovación.
P.- ¿Es buen momento para emprender?
R.- Para la gente que no encuentra otra alternativa laboral, es un momento para plantearse que si uno tiene una determinada formación, lo único que necesita es un proyecto empresarial capaz de ponerse en el mercado. Lo que nos encontramos es que hay mucha gente muy bien formada, ese no es el problema principal, pero hay gente que no se ha planteado que puede convertirse en un empresario. O que si se lo ha planteado, tiene temor o no ha recibido esa cultura y los conceptos para identificar cómo se construye un negocio. Es un momento muy bueno para emprender. Por eso creo que esto será un fenómeno duradero. En España tenemos unas circunstancias especiales, pero las investigaciones nos dicen que en todos los países desarrollados, la parte de creación de empleo en los emprendedores es cada vez mayor, y eso responde a circunstancias del cambio del modelo productivo que el planeta está viviendo.
P.- ¿Sigue habiendo carencias en este ámbito?
R.- Desde la Fundación, intentamos contribuir a lo que hacen muchos otros agentes. Contra la tendencia de plantear que hay mucha gente y se solapan, la necesidad es tan grande que no sobra nadie, al revés, la competencia es buena. Hay mucho camino y mucha gente por atender. Ahora, la tendencia, con la puesta en marcha de iniciativas desde el Ayuntamiento como Zaragoza Activa y el Centro de Incubación Empresarial de Milla Digital es que han tenido un éxito importante y se ha demostrado que la demanda es superior a la oferta y que hay demanda para más. La primera conclusión, y la Fundación se pone modestamente una medallita, es que se ha contribuido a que en estos años se ha estado intentando ayudar al cambio cultural que hacía falta para que la alternativa emprendedora fuera considerada una opción valiosa y no como algo a la desesperada. Se ha creado un caldo de cultivo interesante y hay mucha gente que responde, y por lo tanto hay un primer éxito del que sentirnos orgullosos. Debemos buscar qué nos falta. Dónde trabajar con más énfasis.
"Hay que identificar el potencial de crecimiento"
P.- ¿Cuál es el reto?
R.- El reto ahora es buscar e incentivar los proyectos que tengan más recorrido y capacidad de crecimiento. Basados en un producto, servicio o innovación tecnológica para hacer crecer a una empresa. Tenemos base de emprendedores, pero lo que da solidez y empleos son las empresas medianas que han crecido, y que en su día empezaron siendo pequeñas. Lo que hace falta es que la gente identifique su potencial de crecimiento. Desde la Fundación tenemos un programa que se llama “Crece”, en colaboración con el Instituto de Empresa, para que la gente que está en una incubadora de empresas, a punto de salir, pase a considerar si se puede convertir en una empresa mediana.
P.- ¿Cómo dar ese paso?
R.- Hay trabajo que hacer. Hay mucha gente que tiene éxito y es capaz de crear una empresa con dos o tres personas y hay gente que se da por satisfecha. Algunos proyectos a lo mejor no dan para más, pero hace falta que otros se conviertan en algo más y eso no siempre es tan intuitivo. Y hay gente que ni siquiera se lo plantea si no viene alguien de fuera a decírselo. En el caso de la internacionalización, la cultura de las empresas de Internet plantea que los servicios son en principio para todo el mundo. El mercado es tan grande como el planeta si uno toca las teclas adecuadas. Esa capacidad de pensar a nivel global es un gen cultural, o se tiene en el momento cero de la creación de la empresa o es muy difícil incorporar después. Pero hay gente que o les da miedo o ven que es algo a otra escala, y no es verdad. Intentamos hacer ese tipo de formación para que consideren y sepan qué necesitarían si quieren convertirse en una empresa. Que vean que si tienen un buen proyecto, es posible.
P.- ¿Incentivar desde el conocimiento?
R.- Como Fundación, el único incentivo que podemos plantear es el conocimiento. Explicarles cómo hacerlo con gente que lo ha hecho, gente de primer nivel nacional o internacional para que vean que son como ellos y que han tenido las mismas dudas. Tenemos varios casos en Zaragoza de empresas jóvenes, los hemos visto nacer y que ahora son empresas que se han propuesto conquistar el mundo. Lo más valioso es la experiencia, poder compartirlo con gente que lo ha hecho. Eso no quita para que pueda haber otro tipo de incentivo, pero eso forma parte de instituciones que puedan aportar otro tipo de ayuda para hacer que eso sea posible.
P.- ¿Es posible que la movilidad entre centros de estas características cuando esto centros estén a pleno rendimiento?
R.- La experiencia es que la comunidad de gente a la que nos dirigimos, igual que hablamos de Zaragoza Activa, Milla Digital, CAT, Sacme, CEI o AJE, toda la gente en este ámbito nos dirigimos a la comunidad de emprendedores. Son las mismas personas las que nos encontramos en los actos. El usuario tiene muy claro ese concepto. La gente sí que circula. Los servicios tienen que tener esa flexibilidad. Habrá que refinar el concepto de los proyectos y de la circulación con el tiempo y contrastarlo con lo que pasa. Una cosa es que decidas que vas a ser un centro de incubación especializado y ver un poco los resultados que se obtienen.
P.- ¿Cómo se pueden interrelacionar?
R.- Sí que hay una especialización en los proyectos y espacios que se va a incentivar, dependiendo de las necesidades y las características. Se va a producir. Que una empresa pueda pasar en distintos momentos de su ciclo vital como empresa. Cuando es una idea puede estar en un semillero, cuando se crea puede estar en un determinado entorno… Eso tiene una lógica que más allá de lo que planifiquemos, es el interesado el que sabe valorar con el que le aporta.
P.- ¿Se valora?
R.- La interrelación con otros lugares es lo que más se valora. Al emprendedor lo que le agobia sobre todo es la soledad y cuando uno tiene un problema, piensa que es el único. Pero el compartirlo con otros es algo que siempre libera mucho la carga y permite aportar plazos de aprendizaje. Hay otra opción que es la posibilidad de abrir puertas y ventanas de contacto con otras empresas o entornos. Hay centros que mantienen una serie de acuerdos con centros similares de incubación en otras ciudades. La Fundación también tiene acuerdos con una incubadora de Silicon Valley. Hay una oportunidad de saltar al siguiente nivel del juego del emprendedor. Hay que trabajar con la gente de aquí, en ese sentido es muy local, pero este mundo no tiene frontera.
La Universidad como cantera principal
P.- Junto a las universidades se han puesto en marcha iniciativas como la de “Emprendecampus”. ¿Qué han aportado?
R.- La incorporación de las universidades es un hito en nuestra vida fundacional porque son los dos centros productores principales del conocimiento. Desde el punto de vista del emprendimiento es muy importante, porque en la búsqueda del nivel de especialización basado en la innovación tecnológica, lo normal es que venga dado por emprendedores de perfil universitario. La cantera principal a la que deberíamos dirigirnos tiene que estar en la universidad. El perfil de los que llevan a cabo estos proyectos es gente que ha pasado por la universidad. Pero una cosa que los emprendedores más cualificados sean universitarios y otra es introducir en la universidad el concepto del emprendimiento, que es un desafío complicado.
P.- ¿Hacia dónde hay que trabajar ahora?
R.- Estamos desarrollando ideas para eso, hicimos un inicio modesto con "Emprendecampus". La idea es que si los emprendedores de mayor potencial están en la universidad, en vez de esperar a que salgan, hay que ir a la comunidad universitaria y en nuestro caso, formando parte de la familia, para intentar acortar los tiempos de recorrido. Es decir, para que en su vida universitaria puedan empezar a que les suenen estas cosas y que sea una opción que puedan considerar.
P.- ¿Cómo se podría hacer?
R.- Es un camino que hay que seguir. Y no sólo ir a la universidad a evangelizar sobre lo que hay que saber para crear una empresa, sino identificar proactivamente los proyectos de interés que puede haber en el ámbito de producción de una universidad. Decirles que lo que hacen se podría convertir en una empresa. Ser capaces de visualizar cómo una innovación podría convertirse en el germen de una compañía de éxito, para que luego sea el esquema al contrario, se identifique una idea que pueda convertirse en un negocio y buscar a la gente de la comunidad universitaria que pudiera desarrollarlo.
P.- ¿Es complicado?
R.- Eso es difícil, casi no existe en España ese perfil que acelere la transferencia del conocimiento de la universidad a la empresa, pero que consiste en saber ver el valor empresarial de una innovación. No que el científico deba ponerse la gorra de empresario, porque no siempre son papeles compatibles. Eso exige trabajar mucho con las universidades y a partir de estos programas de emprendimiento. Hasta ahora todos los proyectos avanzan poco a poco.
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